En el estilo Mysore no hay una clase guiada al uso. Cada persona practica a su ritmo, memorizando poco a poco la secuencia y avanzando con la guía cercana del profesor, pero sin depender de sus instrucciones constantes.
Esto invita a desarrollar una relación más íntima con la práctica. No se trata solo de seguir, sino de recordar, sentir, equivocarse, volver a empezar. Aprendes a escucharte, a respetar tus tiempos, a hacerte responsable de tu proceso.
Mysore no es solo una técnica, es una manera de aprender a confiar en ti misma. Y en ese proceso de autonomía y atención nace algo profundo: una práctica viva, auténtica y totalmente tuya.